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Dialéctica entre la ciudad difusa y compacta

Dialéctica entre la ciudad difusa y compacta

M. Cs. Arq. Gerardo Regalado (Perú)

La mayoría de nuestras ciudades latinoamericanas han crecido del centro hacia la periferia, Lima es una de ellas, una gran mancha de aceite que se diluye con dirección hacia los contrafuertes andinos.

Como consecuencia de la falta de planificación en todas sus escalas y sectores hemos construido un escenario urbano muy difuso, al cual solo se le ha tratado de orientar a manera de un enorme palimpsesto con medidas de corte populista, incoherentes y con falta de criterios técnicos.

El embalse poblacional acometido sobre Lima entre las décadas del 60´y 80´, debido a la migración del campo a la ciudad producido entre otras causas, por el centralismo y  el fracaso de la reforma agraria fue la oportunidad de oro de los especuladores de terrenos para resolver al “criollaso” la demanda  de viviendas, apoyados también por las normas reglamentarias para la habilitación de terrenos para  fines urbanos.

Efectivamente, el Decreto ley 17716 o Ley de Reforma Agraria [1], fue el gran espaldarazo a los grandes traficantes y especuladores de tierras para el inicio del crecimiento desbordante y depredador de las tierras agrícolas que circundaban nuestra ciudad capital [2].

Luego solo fue una vorágine consumista de nuestro sistema de soporte para mantener el tipo de de organización urbana imperante. De esta manera se consolido el modelo de “ciudad difusa”.

El modelo de ciudad difusa consume gran cantidad de energía para desenvolver sus funciones urbanas, como la movilidad, la edificación y los servicios. La zonificación se desarrolla  a través de grandes manchas o áreas asignando una única función-planificación funcionalista- buscando la “compatibilidad” entre los usos del suelo que se dispersan cada vez más. Por lo tanto la conexión entre estos solo puede realizarse mediante vehículos motorizados a través de una densa y complicada red de vías y carreteras segregadas, de las que se favorece el transporte privado y se excluye en parte al transporte público limitándolo en su cobertura.

Lo que sigue es una historia conocida en  América latina y lo podemos observar en nuestra capital, se han “diseñado” ingeniosamente medio de transportes “opcionales”  a tamaña coyuntura, como los famosos mototaxis o cholo taxis, que han hecho de esta situación una oportunidad de trabajo y una oferta de transporte dirigida hacia los más necesitados.

El crecimiento urbano se alimenta de la red de movilidad para extenderse casi por doquier, sin respetar áreas agrícolas, ni intersticios urbanos, ni cerros, ni dunas, ni pantanos, todos serán devorados por la urbanización, que a su vez aumentará la presión sobre su sistema de soporte mediante la explotación de sus recursos, como el suelo y el agua, y desarrollará actividades de alto impacto contaminante, como las grandes distancias que recorrerá  el transporte urbano informal y formal para dar cobertura a esa gran expansión urbana .

Según el Principio de Margalef, los sistemas más complejos capturan información y energía de los sistemas más simples. Algo similar ocurre en los sistemas urbanos, las áreas con mayor diversidad y heterogeneidad de la ciudad, extrae energía, recursos e información de las áreas más homogéneas y dispersas. Esto ha sucedido durante más de tres décadas en Lima Metropolitana, las grandes áreas periféricas o cinturones de pobreza se desplazaban ingentemente de polo a polo, procurando información y fuerza laboral hacia las áreas centrales y consolidadas, haciendo más compleja la organización urbana en el centro y más simple en las periferias.

Las áreas de organización urbana simple y homogénea, por lo general contiene bajas tasas de densidad y en el caso de Lima Metropolitana experimentan un alto grado de insostenibilidad e ineficiencia urbana. El espacio tiende a una especialización funcional [3] (mono funcional) y el contacto, la regulación, el intercambio y la comunicación entre personas, actividades e instituciones diferentes se empobrece en el espacio territorial.

Por el contrario, el modelo de  ciudad compacta, consume menos energía, porque las funciones urbanas están más concentradas, presenta áreas multifuncionales, su densidad es mayor  y por  lo tanto ostenta un  nivel mayor de  compacidad urbana que la ciudad difusa.

La compacidad expresa la forma de cómo está organizado físicamente el  territorio urbano y tiene que ver con esa vieja dicotomía de la forma y la función pero en la escala urbana. El modelo de la ciudad compacta tiene que ver con cuatro elementos vitales que son: la ordenación del territorio, el urbanismo, la movilidad y el espacio público, elementos multiescalares e interrelacionados.

La proximidad de usos y funciones  de la ciudad compacta favorece el transporte público, proporcionándole  una masa crítica que asegure su rentabilidad, perdurabilidad y que genere una oferta de servicio atractivo, con comodidad y sobre todo constante. El transporte público se puede racionalizar de manera que pueda abarcar una mayor porción de la ciudad, a un coste entrópico menor y por ende generar menos impactos contaminantes.

A su vez, la movilidad es menor y nos facilita la oportunidad de escoger una gama más amplia de modos de transporte, como la bicicleta o a pie. Un aumento de la complejidad y diversidad urbana nos expresa que existe mayor proximidad de los usos del suelo, pero también un aumento de la movilidad vertical.

La ciudad compacta revaloriza la naturaleza inherente del espacio público, que es el lugar por excelencia donde ejercemos  la ciudadanía. La calle, la plazuela y los equipamientos conforman un sistema integrado e interconectado que nutre y alimentan constantemente la civilidad. La ciudad compacta es más democrática, porque asegura el acceso y disfrute de cualquier ciudadano. Es inclusiva y mejora la cohesión social.

En lo referente a la competitividad urbana en tiempos de globalización, las ciudades compactas dada su complejidad desarrollan una mayor eficiencia urbana y por lo tanto son más competitivas frente a otras áreas urbanas que luchan por los mismos recursos.

Expresadas las grandes diferencias y ventajas de la ciudad compacta en contraposición con la difusa, es obvio que la primera es la que se impone y representa el modelo que más se acerca a los cánones de la sostenibilidad urbana.

Pero surgen algunas interrogantes, como ¿Hasta dónde debemos crecer verticalmente?, ¿Qué densidad como máximo debemos alcanzar? o  ¿Cuál es el grado de compacidad que debemos alcanzar? El “Nuevo Urbanismo” o “el urbanismo de los tres niveles”, intenta diseñar una respuesta interesante. 

Se remite a lo que postuló y aplicó Idelfonso Cerdá en el siglo XIX y a los desaciertos del urbanismo funcionalista actual, el equilibrio entre  el funcionamiento urbano y la descompresión urbana. Se trata de conseguir la proporción más convenientemente sustentable entre lo construido y el espacio verde.  De planificar los flujos metabólicos- agua, residuos, energía e información- de manera integrada en tres niveles: el urbanismo del subsuelo, de la superficie y de altura.

El nuevo urbanismo propugna la idea de la autosuficiencia energética en el diseño o rediseño de los territorios urbanos. El urbanismo de altura debiera captar la energía solar térmica y voltaica, desarrollar cubiertas verdes y captar el agua de lluvia, generando la energía necesaria para echar andar la edificación y el territorio. El urbanismo subterráneo debiera acumular la energía captada en la parte superior mediante acumuladores e intercambiadores térmicos, depósitos de aguas pluviales o aguas grises, plataformas logísticas, etc. El urbanismo de superficie debe de priorizar el uso del espacio público por excelencia a través del desarrollo de ejes peatonales y la racionalización del transporte público.

Al respecto del boom constructivo que experimenta nuestra ciudad capital, es necesario repensar y reflexionar esta dialéctica de la  ciudad compacta y difusa, pues vemos todos los días crecer desde el subsuelo enormes edificaciones residenciales sobre un mismo y sobreexplotado sistema de soporte, el cual ya sobrepaso, hace bastante tiempo atrás, los umbrales de operación y cobertura y por otro lado, también presenciamos la urbanización acelerada y ansiosa de las periferias norte, sur y este de Lima metropolitana siguiendo la lógica difusa. La renovación urbana de las áreas consolidadas de Lima Metropolitana es un emprendimiento importante, pero sería más provechosa si le imbuimos el ingrediente de la sostenibilidad urbana.


[1] Castro-Pozo Díaz, Hildebrando. Derecho urbanístico. Editorial Jurídica GRIJLEY. 2007. Pág. 430

[2] El artículo 42° del Decreto Ley N° 17716 del mes de junio de 1969 exceptuó de las afectaciones don fines de reforma agraria las tierras conducidas directamente en las zonas sub urbanas, destinadas a granjas, huertos, establos, cultivos de de pan llevar. Asimismo exceptuó de dichas afectaciones a los predios rústicos que sean habilitados para el crecimiento urbano. El Ministerio de Vivienda y Construcción establecía las zonas de expansión urbana, previo informe de la Dirección General de Reforma Agraria. Derecho urbanístico. Hildebrando Castro-Pozo Díaz. Ed. GRIJLEY 2007. Pág. 430

[3] Rueda, Salvador. Modelos de ordenación del Territorio más sostenibles. Barcelona, noviembre 2002

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